APRENDAMOS DE LOS ANIMALES

El tema de la inteligencia siempre ha sido motivo de discusión por parte de distintas disciplinas, llámese psicología, medicina, filosofía. Antes, se había medido la inteligencia humana con ayuda de tests en que se ponía a prueba sus capacidades lingüísticas y numéricas. Ahora, también los analistas suman las habilidades del ser humano como son la comunicación afectiva y la inteligencia emocional.
Con respecto a los animales, siempre el hombre subestimó su ahora comprobada habilidad de resolución de problemas simples, razonamiento y lenguaje articulado, incluso en las más insospechadas especies.
Por ejemplo, estudios revelan que las palomas pueden poner por categorías imágenes en fotografías tan rápidamente como nosotros y los gorilas son capaces de hacer bromas incluso a sus instructores humanos. Otro ejemplo asombroso es el reportado por biólogos norteamericanos, que demostraron que los cuervos son capaces de resolver problemas utilizando herramientas, y luego aplicar este conocimiento en la solución de problemas diferentes.
En las Sagradas Escrituras, podemos confirmar lo que la ciencia asevera, ya que el Señor dotó de inteligencia a los animales y bestias, tal como lo expresó Eliú en Job 35:11 “(Dios)…Que nos enseña más que a las b
estias de la tierra, y nos hace sabios más que a las aves del cielo…”
Ahora bien, si escudriñamos estas palabras, apreciaremos que Dios instruye a las bestias de la Tierra y también da sabiduría a las aves del cielo. Pero, ¿Cómo les educa el Todopoderoso? ¿Qué ejemplos puede tomar el homo sapiens de hoy para darse cuenta que aún los animales pueden ser más inteligentes y obedientes con su Creador?



FIJEMONOS EN LOS POLLUELOS

La Biblia dice que cuando Jesús miró con tristeza a la ciudad Santa exclamó: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!...” (Luc. 13:34).
Resulta interesante pensar que Jesús se comparó a un ave de corral que en su instinto maternal quiso reunir a sus crías, esto es a los judíos, pero ellos no se dejaron. Ahora bien, la palabra que utiliza el original griego para “juntar” es Episunágo, adjetivo que deriva de la raíz sunágo que quiere decir: congregar, convocar.
En otras palabras, los pollos nos enseñan la responsabilidad y el ejercicio de reunirnos como iglesia que, cual gallina, nos cobija bajo sus alas para estar calientes en la Palabra y no enfriarnos. Por eso, con justa razón la Biblia añade: “no dejando de congregarnos” empleando incluso el mismo adjetivo griego episunagogué que señala específicamente a la reunión cristiana.
Sin embargo, hay una alarmante realidad que clama cada fin de semana: ¡Cuántos creyentes no añoran el domingo! Y lo que es peor, muchos que asisten a los cultos lo hacen movidos por la rutina y no por el Espíritu. Pocos son como el salmista que regocijado decía: “Yo me alegré con los que me decían: a la casa del Señor iremos.”


VEAMOS A LAS OVEJAS

Todos sabemos que son mamíferos rumiantes y domésticos cuya carne y leche son muy aprovechadas. Como dato adicional podemos decir que a la hembra se le llama oveja, al macho carnero y a sus críos cordero. Cuando meditaba en el hecho de que la Biblia compara a los hijos de Dios con ovejas me pregunté ¿cómo era posible que Jesús, quien es el Cordero (cría de la oveja) fuera menor que nosotros? De pronto saltó a mi mente la enseñanza de que la Escritura también le califica como “Hijo del Hombre”. Lo cierto es que Jesús se identificó con la raza humana de un modo genético. El Mesías, siendo en forma de Dios, se despojó de si mismo tomando la semejanza de hombre, y para esto tuvo que nacer del vientre de una mujer tal cual venimos todos.
Al margen de esto y debido a su mansedumbre y a su falta de defensa, la oveja en el contexto bíblico, se utiliza como símbolo literario de la persona sufrida y carente de cuidado y dirección. Jesús también usó este término para referirse a aquellos que tienen comunión con él: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” (Juan 10:27). Quienes conocen de ganado, saben que las ovejas son sumamente tranquilas y gregarias, es decir tienden a agruparse en mandas o colonias, y así todos los individuos de un rebaño reaccionan de la misma manera y siguen fácilmente a sus guías. El pastor en este caso, es la persona que a diario las cuida y alimenta, quien le hace volver al redil si se pierde, venda a la perniquebrada y fortalece a la débil.
Por ende, los hijos de Dios, pueden y deben aprender de las ovejas en lo que respecta a la capacidad de seguir instintivamente a su guía reconociendo su voz. De paso, dicen los expertos que las ovejas no tienen una buena vista, pero si un buen oído.
Por lo tanto, como cristianos debemos afinar bien nuestros sentidos y no dejarnos arrastrar por otras voces que nos induzcan a rediles peligrosos. Cualquier santo consagrado se daría cuenta del tremendo arsenal con que cuenta el “enemigo” para desviarnos del propósito de Dios. Ya sea la radio, la televisión, el Internet y cualquier otro medio de insana distracción, puede resultar una piedra de tropiezo para quien anda husmeando por otros pastos. Seamos ovejas obedientes, reconozcamos la voz espiritual de Dios y dejémonos conducir por el Pastor de nuestras almas en cuyas manos estaremos siempre seguros.

OBSERVEMOS A LA PALOMA

En la Biblia se relata que Noé dejó ir una paloma desde el arca después del Diluvio para intentar encontrar tierra firme y que ésta regresó con una rama de olivo en el pico. El texto señala: “Y no halló la paloma donde sentar la planta de su pie, y volvió a él al arca, porque las aguas estaban aún sobre la faz de toda la tierra”. (Gen. 8:9).
Notemos que dice que la paloma no halló “donde sentar la planta de su pie”, término que parece contrariar la razón de lo que debería ser la “pata” de la paloma. A mi entender, y sustentando el hecho de que la paloma siempre ha sido figura del Espíritu Santo, en este caso, no deja de asombrarme la analogía de que la paloma no encontró un lugar seguro, pero sí lo halló cuando descendió sobre Jesucristo cuando fue bautizado en el Jordán.
Así también nosotros debemos descansar en los hombros del Señor. En este caso, la paloma nos instruye en el arte de saber dónde poner las plantas de nuestros pies. No como Lot, quien las puso en Sodoma y terminó arruinando su gris testimonio junto a su familia. Entendamos que hay lugares donde no debemos poner ni un dedo. Sitios, donde a pesar que podamos estar espiritualmente firmes, no es correcto explorar como los antros de mal vivir, las discotecas, los centros nocturnos, pues so pretexto de evangelizar podemos enredarnos con las más sucias artimañas del diablo. Pongamos nuestros pies sobre la roca quien enderezará nuestros pasos y hará que caminemos sobre tierra firme. Andemos con cuidado, dejándonos llevar por la instrucción de nuestro gran Pastor y Obispo de nuestras almas.

EL TURNO DE LOS CERDOS

La historia cuenta que cuando Jesús arribó a tierra de los Gadarenos, le salió al encuentro un endemoniado quien postrándose a sus pies exclamó a gran voz: “¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes”. Cerca de allí, en un cerro, había muchos cerdos comiendo. Los demonios le suplicaron a Jesús que los dejara entrar en esos animales, y él les dio permiso. Luego, los demonios salieron del hombre y se metieron dentro de los cerdos quienes corrieron cuesta abajo, y cayendo en el lago se ahogaron.
Aquí hay algunos puntos a considerar. En primer lugar, vemos que los demonios se postraron ante Jesús y le dijeron “Hijo del Altísimo”, cosa que jamás hicieron los líderes religiosos quienes teniendo las Escrituras no supieron reconocer a su Mesías.
En segundo lugar, dice que los cerdos estaban comiendo o apacentándose. Para la cultura judía, el cerdo era estimado como impuro pues es un animal que tiende a comer basura y estiércol. Ahora bien, quisiera relacionar esto con la amarga verdad que muchos cristianos aún conservan cerdos en su corazón. Y lo que es peor, los apacientan cada día, alimentándolos con dosis de pornografía, alcohol, malas juntas y toda la basura que el diablo generosamente les brinda.
Pero, siguiendo el relato, dice que cuando Jesús les permitió a los demonios meterse dentro de los puercos, ellos prefirieron suicidarse aventándose cuesta abajo y ahogándose. Aquí, el mensaje que nos enseñan los puercos es claro y contundente: hay que matar a los cerdos que aún tenemos en el corazón. Esto si queremos ser completamente libres y experimentar el gozo de quien no tiene de qué avergonzarse.
Bástenos la experiencia de Saúl que cambió la orden de Dios con respecto a lo que había de hacer con Amalec. Fue otro grupo de ganado que delató a este rey que prefirió dejar vivir a los cerdos en su corazón. Las palabras de Samuel lo evidencian: “¿Qué ruido es ese que siento de cabras y ovejas? ¿Qué ruido es ese que siento también de bueyes y burros?" (1 Sam. 15:14). Así, Dios se vale hasta de los animales para recordarnos que muchas veces somos desobedientes y no cumplimos a cabalidad lo que nos manda.
Por lo tanto… ¡matemos a esos cerdos que aún viven dentro! Menos todavía le alimentemos con imágenes, palabras o pensamientos impuros. Hay que ser radical en esto, pues si aún los cerdos nos enseñan que no quisieron convivir con los demonios, con más razón nosotros debemos imitar la lección.

EL CANTO DEL GALLO


¿Quién no recuerda al impetuoso Pedro asegurando que estaría dispuesto a morir por Jesús, pero a la hora de la prueba le negó tres veces? Bueno, he aquí el mismo Señor le profetizó que un simple gallo iba a descubrir el miedo que tenía en su corazón. La Escritura registra lo que Jesús le dijo: “De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces”. (Mt. 26:34).
Aquí resalto dos características que debemos aprender de esta ave de corral. La primera es que el gallo “cantó” lo que Dios ya había anunciado de antemano. Esto nos enseña a predicar sólo lo que Dios ya ha revelado y a no pensar más allá de lo que está escrito. Y es que hay muchos hermanos que “cantan” sólo por llamar la atención hablando cosas que Dios nunca les dijo. Sin embargo, el gallo fue fiel y prudente pues sólo se limitó a “hablar” conforme a las palabras del Señor (1 Pd. 4:11)
Segundo, el gallo supo esperar el momento preciso para cantar. No adelantó ni atrasó lo que Jesús le había dicho que haga. Esto debe enseñar al creyente a saber esperar en Dios, “Porque él dijo, y fue hecho; El mandó, y existió”. Cada promesa escrita ha de tener un cumplimiento a su tiempo y a nosotros sólo nos toca esperar, a pesar que esto nos cause angustia y desazón. Pero bien haríamos en recordar lo que dice el Espíritu “Esforzaos todos vosotros los que esperáis en el Señor, Y tome aliento vuestro corazón.

Y CONTINÚA EL DESFILE...

Podemos seguir haciendo desfilar a otras criaturas del Señor, todas con una enseñanza que compartir. Como la obediencia del pez que tragó a Jonás, a quien Dios preparó para el profeta y después ordenó le vomitara luego de tres días en su vientre. También tenemos el asna de Balaam quien nos enseña que tuvo temor de Dios y se resistió a llevar al profeta que iba contra Israel. Incluso, Dios le dice que si la burra no le hubiera esquivado, hubiera matado a Balaam y al animal hubiera dejado vivo. Enseguida tenemos al pez que halló el apóstol Pedro, y que Jesús ordenó retener una moneda en su boca y que nos recuerda pagar los impuestos. Otro animalito que nos educa son los conejos que ponen su casa en la piedra, simbolizando lo que el creyente debe hacer poniendo su fe sobre la Roca que es Cristo.
También tenemos a los insectos como las hormigas, pueblo no fuerte pero en el verano preparan su comida; las langostas y su ordenada forma de hacer cuadrillas; la araña que se las ingenia para vivir en los palacios del rey. En fin, como dice el proverbio, hay cosas que aún pasando por desapercibidas, resultan más sabias que los sabios.




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